Entiendo la Educación como compromiso ético, como solidaridad, como concientización liberadora que ayuda a romper con la ignorancia, el sometimiento y el fatalismo.
Y tengo especial interés por el mundo de los inmigrantes.



19.10.08

De torpes

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Dejen que les cuente que me muevo en clase con dificultad. Es una cosa que venía observando de unos años para acá. La cosa, cual enfermedad degenerativa que se extiende sin remedio, creo que últimamente va a más y me tiene muy preocupado. Y más desde que la administración educativa lo observó y así me lo hizo saber a través de opiniones supuestamente más cualificadas que la de este simple maestro de Educación Permanente de Adultos.

En mi obsesión enfermiza por el lenguaje he buscado ayuda en la RAE, que a veces es hospital donde reparar ciertas ignorancias y, en su diccionario de la lengua española, leo que torpeza es calidad de torpe. Busco unas páginas más atrás y encuentro que ello se aplica al que se mueve con dificultad. Hasta aquí, bien. Este servidor que escribe, al que así llamaron –y llaman- se reconoce pues en ambas definiciones: soy torpe y actúo por consiguiente con torpeza.

Decía que me muevo con dificultad creciente en las clases. Lo reconozco. Me cuesta cada vez más alcanzar los objetivos propuestos y cada vez más rígidos. Cada vez observo más fracaso debido a mi torpeza. Lo grave es que no veo cómo remediarlo a pesar de la reserva de destrezas personales que aún creo poseer pero que poco a poco, constato con angustia, cómo van menguando. Presiento una catástrofe no muy lejana, un colapso educativo en mi clase porque, ya lo dije, cada vez soy más torpe.

Pero ¿cómo no ser cada día más torpe si mis alumnos son cada vez más variopintos? ¿Cómo alcanzar unos objetivos ante una clase de 20 alumnos que cada uno requeriría una atención personalizada, individualizada?

Desde la atalaya de la Delegación, se nos insinúa que la variedad es normal, que solo es un problema de un mal agrupamiento del alumnado del Centro. Pudiera ser, pensaba yo. Pero mis clases pasaron de ser de un solo nivel a tener dos, y lo sobrellevé. Pronto pasaron a tener tres. Luego cuatro, cinco… Ahora ya no hay nivel que valga: cada alumno es poseedor del suyo. ¿Error garrafal? Que me expliquen como proceder porque, ya digo, soy torpe y la administración así me llama.

Tenemos clases en el CEPER (y tengo yo) integradas, una misma, por alumnos de nivel 1, de nivel 2, de alfabetización (que ahora "no existe" en E. P. por decreto). En una misma clase te encuentras alumnos con algún tipo de discapacidad y con un arco de edades que varía desde los 20 a los casi 80, y tres o cuatro nacionalidades como mínimo. Añadamos a este sofrito las dificultades agravadas por un horario que el adulto prefiere debido a motivos laborales, familiares, etc. y el esfuerzo que hace el Centro de admitirlo con tal de dar respuesta a ese interés y que no se pierda ni una matrícula. Mezclemos todo lo anterior con problemas de espacio, de las diferentes dimensiones de las clases, de equipamientos mínimos, de lugares compartidos, etc, etc. Un cóctel del que no puede salir nada bueno ni lógico.

Barrunto que esta torpeza creciente no la tenemos solo el profesorado de Adultos, sino el de Primaria o los de niveles superiores. Y yo, inocente, creía que mis clases de Español para Inmigrantes o de Secundaria eran variopintas. Y que no me digan los pedagogos de salón que no se de las condiciones necesarias para atender la diversidad porque no estoy dispuesto a que me abrume más mi sentimiento de culpa y torpeza. Sres.: ya tengo el cupo lleno.

Plagiando a una amiga con parecidos problemas, creo que los próceres de la Consejería y demás entendidos investigadores-conferenciantes del laboratorio educativo hablan, programan y exigen desde su atalaya ignorando la realidad del tajo diario. Mi amiga dice que cuando hablan de la atención a la diversidad, siempre se les olvida algo tan terrenal y poco científico como son los recursos y el presupuesto que lo sustenta. Y ahí da en el clavo.

Digo que me reconozco un maestro torpe. Lo malo es que es debido a la “torpeza” de ellos.