Entiendo la Educación como compromiso ético, como solidaridad, como concientización liberadora que ayuda a romper con la ignorancia, el sometimiento y el fatalismo.
Y tengo especial interés por el mundo de los inmigrantes.



24.3.08

Terapia

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Tengo que escribir. De hoy no pasa –me digo- que tengo que escribir. Escribir, hablar, hacerme oir, pues a buen seguro hay muchos, muchísimos que piensan como yo. Tengo que escribir sobre la barbarie de la ex Yugoslavia, sobre la guerra que se expande por una Europa menos unida que nunca. Escribir sobre el drama humano que viven millones de familias a las puertas mismas de esta frágil Unión Europea. Escribir, sí. Al menos por pura vergüenza.
Porque eso es precisamente lo que siento: vergüenza e indignación.

Quiero, deseo, busco con estas líneas mal trabadas –sucede cuando entran a colación tantos sentimientos contradictorios- simplemente desahogarme. Ni siquiera sé si alguna vez verán la luz. Pero necesito escribir, tengo que escribir…
Profundamente desilusionado como andaluz y como europeo, me siento cada vez más cerca del Tercer Mundo. Mi corazón está, cada vez más, con otras gentes: con los saharauis, con los africanos, con los aztecas y gentes de Chiapas, con los que vienen en pateras, con las mujeres de Afganistán, con los desheredados de la India, Ruanda, Somalia…-no sigo la lista- de medio mundo.
Y por eso escribo, ingenuamente como terapia. O eso creo…

El llamado Primer Mundo, el mundo desarrollado, el “centro” de la cultura y defensor de los más nobles valores morales, como así nos creemos, es simplemente un gran hipócrita. Este mundo explota, coloniza y ahora hasta bombardea a gentes que nada tienen que ver con el tema. Y todo estro sucede a las puertas del siglo XXI.
¿Quién dice que somos el “Primer” Mundo? En tal caso somos la Primera mierda del mundo, que interviene cuándo, cómo y dónde le da la gana para salvaguardar sus intereses. Manipula informaciones, pone y quita dictadores y mira para otro lado cuando le interesa…

Hoy no creo a ningún bando. Simplemente estoy contra la guerra, cualquier guerra. Llevamos siglos y no aprendemos. Sé de sobra que muchas injusticias incuban y fomentan conflictos bélicos. Sé, como muchos, que estos son azuzados o ralentizados cuando interesa a los poderosos por intereses económicos innombrables. Y todo ello a pesar que pareciera que son aspectos religiosos, étnicos o territoriales los que están en primer plano. El ciudadanos de a pie paga el pato: los trabajadores, los niños, los más pobres…

No entiendo tampoco a gentes que dicen ser piadosas o religiosas y creyentes de un dios (cristiano-católicos, cristiano-ortodoxos, musulmanes, etc.) pero que a pesar de todo se degüellan entre sí desde hace siglos y en todos lados.

No entiendo, más concretamente, a gentes con un aceptable nivel de vida, y que hasta ayer mismo vivían en paz (así era Yugoslavia), vecinos unos de otros que, meses después, se matan, se aniquilan. Hoy entiendo menos que nunca al ser humano (¿humano?).
Cierto que el serbio Slobodan Milosevic era un dictador impresentable (como otros) pero no entiendo a una Europa que hizo pagar a todo un pueblo tan alto precio bombardeando puentes, ferrocarriles, fábricas y ciudades a cientos de kilómetros del conflicto. Se logra así sumir aún más en la pobreza y la desgracia a mucha más gente. ¿De qué van a vivir? ¿Cómo? Tarde o temprano la guerra acabará y… ¿no serán luego las grandes multinacionales europeas y norteamericanas las encargadas de la reconstrucción “generosa” de aquellos países? Ellas y solo ellas serán las beneficiadas…. Eso sí: en nombre de la paz y el progreso.

Los bombardeos de la OTAN no buscan preservar a los habitantes de Kosovo y garantizar su vida. A este paso la rica Europa no solo tendrá que dar cabida en los próximos años a los refugiados de Kosovo, sino también a los de Montenegro, Macedonia, Albania… y Serbia incluida.

La Yugoslavia que yo conocí era un país multiétnico, bonito, de grandes montañas, con pueblos erizados de picudos minaretes especialmente en Bosnia. También conocí y tuve por compañeros a yugoslavos del norte y del sur cuando trabajé en Suiza... Pienso qué habrá sido de ellos en estos años. Ahorraban para hacerse una casa. Eran gentes como nosotros. ¿Dónde estarán? ¿Qué pensarán de los españoles ahora que su gobierno participa en la guerra de los Balcanes? ¿Dónde estarán también hoy aquellos vecinos de Belgrado que amablemente nos enseñaron su ciudad? ¿Y los de Novi Sad? ¿Y los de Nis…? ¿Qué será de tanta gente que conocimos y sus pueblos? Temo que se extienda tanta barbarie. ¿Pasará lo mismo que Sarajevo? Cada vez que veía en TV la larga avenida que conducía al camping, reventada y llena de edificios en ruinas, me daba literalmente el día…

Siento vergüenza. Y por eso tengo que escribir.
Por eso –insisto- escribo estas líneas, hoy. Con el corazón.