.
La interculturalidad es deseable y necesaria en la Escuela Pública andaluza.
En todo Estado democrático la Enseñanza debe de ser, cuanto menos, intercultural, ya que los ciudadanos tienen diferentes formas de percibir la realidad y de actuar sobre ella: tienen –poseen- distintas culturas de clase, religiosas ó políticas. Así pues el necesario respeto por el pensamiento, creencias, ideas o raza del que es diferente a nosotros constituye uno de los pilares básicos sobre los que se asienta cualquier Estado democrático, y su aplicación supone un gran apoyo al aprendizaje de la convivencia ciudadana y, además, un acto de madurez de la sociedad que lo defiende.
En todo Estado democrático la Enseñanza debe de ser, cuanto menos, intercultural, ya que los ciudadanos tienen diferentes formas de percibir la realidad y de actuar sobre ella: tienen –poseen- distintas culturas de clase, religiosas ó políticas. Así pues el necesario respeto por el pensamiento, creencias, ideas o raza del que es diferente a nosotros constituye uno de los pilares básicos sobre los que se asienta cualquier Estado democrático, y su aplicación supone un gran apoyo al aprendizaje de la convivencia ciudadana y, además, un acto de madurez de la sociedad que lo defiende.
Cualquier presencia impuesta de doctrinas segregadoras (que separan) en la Escuela, sean políticas o religiosas, solo sirve a los fines contrarios a éstos que he citado. Esto es obvio.
Pero es que hay cosas que no creo que puedan ser ni medianamente defendibles por nadie desde los postulados de la razón democrática, salvo –claro está- que sea un integrista totalitario. Una de ellas es la presencia de la religión en la Escuela Pública andaluza. La jerarquía de la Iglesia Católica ejerce cada cierto tiempo presiones para abarcar más privilegios de los que ya logró con el –creo- Art.16.3 de la Constitución española, con el que se aseguraba un trato evidente de favor. Soy de los que pienso, a pesar de todo, que afortunadamente sus feligreses (y sus actitudes cotidianas personales) van por delante de ella en muchas cosas, entre ellas la tolerancia.
Las posturas menos dogmáticas, más escépticas y abiertas de la mayoría de los católicos de a pié evidencian que no ven peligrar sus creencias personales porque se enseñe o no religión católica en las escuelas públicas de nuestra tierra, o que se rece o no al comienzo de clase, o que un crucifijo presida como antaño (y aún en muchos lugares) el aula donde está un horas su hijo. Intuyen, saben, que la religión es otra cosa, íntima, personal… y que las convicciones se demuestran de otra forma. Pero, sigo diciendo que la jerarquía católica no se entera.
Claro que el que esto suscribe, ciudadano en absoluto religioso, está sobradamente convencido que la Iglesia Católica simplemente es un poder fáctico importante, lo cual no es bueno ni malo en sí, pero al que hay que reconocerlo como tal muy terrenalmente y dejar de ser ingénuos. Y como poder fáctico así actúa. También son grupos de presión los partidos, entidades financieras, medios de comunicación y diversos colectivos… y sin embargo ninguno de ellos exige una exclusividad en el trato. Y es que la religión en la escuela, es un asunto político y educativo; no es como quieren hacernos creer algunos un asunto de religión o de fe. No.
Indiferentemente de las creencias religiosas e ideológicas de cada uno creo que la enseñanza religiosa –de existir- debe de hacerse en el marco familiar o, cuanto menos, fuera de la escuela, sea esta pública o concertada. La libertad de enseñanza que ampara la Constitución significa, precisamente, lo contrario de lo que pretenden los fundamentalismos religiosos; quiere decir que nadie está obligado a recibir una enseñanza que se oponga a su libertad de conciencia. Es inconstitucional pues imponer una determinada religión o una determinada ideología a los ciudadanos. Esto es cosa de los regímenes totalitarios… o de algunos miembros del cuerpo de docentes que, en general, bien conservador es.
Pero es que además se fomenta deliberadamente desde algunos ámbitos la confusión entre “lo religioso” y las “doctrinas religiosas”. Y no es lo mismo. Lo religioso forma parte de la antropología universal si se quiere. Otra cosa sería que se estudiasen las diferentes fenomenologías religiosas y su evolución como parte de la cultura de los pueblos, desde el punto de vista universal y antropológico. Lo que no sea así supone una visión parcial y subjetiva de un tema particular, como tan particular puede ser la visión religiosa o política de una clase social determinada. Si los alumnos “deben” de tener conocimiento de estos temas debe de ser a través de áreas relacionadas con la Antropología o bien la Filosofía. Lo que no sea así serán realmente catecismos particulares.
Dicen algunos que para comprender una cultura hay que estudiar su religión. Pudiera ser. Pero a nadie se le ocurre –por ejemplo- poner una asignatura de Mitología para estudiar las escasas nociones sobre Grecia Antigua existentes en Primaria o en Secundaria.
Ya está bien de ataques a la Escuela Pública. Y añado: el Estado no debe apadrinar la iniciativa privada escolar, pues a medida que lo hace, aunque sea de tapadillo (como este Gobierno central y el autonómico) hunde más a la Enseñanza Pública y le resta calidad y medios.
Tal es así que según datos de la propia Conferencia Episcopal la Iglesia Católica recibió en 1995 nada menos que 18.956 millones de pesetas. Pero, y actualizo: 4.310 millones de euros en aportaciones directas a los que hay que sumar 750 millones de euros en desgravaciones fiscales, en el año 2007. Y aquí no se cuenta otras cantidades aportadas para mantener su patrimonio particular… con el dinerito de todos. ¿Discriminación? No: privilegios, señores.
La enseñanza privada y concertada encubre las más de las veces a un centro educativo de carácter religioso -cuasi elitista y clasista- que tiene todo su derecho a existir. Pero estos centros son negocios y como tales deben autofinanciarse, ya que de lo contrario es un ejemplo perverso de la gestión de fondos públicos que aportamos todos los andaluces.
La presencia de catecismos particulares en la Escuela Pública (políticos o religiosos) lo que hacen es mantener un poso de intolerancia manifiesta y, como dice M. Flores, es fomentar un “nosotros” frente a un “los otros” debido a la falta de interculturalidad.
Cuiertamente no hay nada neutral y es de ingénuos creer que la escuela lo es. Cada gobierno, con sus reformas educativas, busca un fin. Y el de este y otros anteriores, es más que discutible. Las “religiones” no deben de formar parte del currículum ni del horario escolar (ni con otros nombres) por razones políticas y educativas. Intrínsecamente fomentan la segregación y tratan todas de imponerse. Así de claro.
Respetémonos todos (especialmente los docentes) y no veamos que la necesaria clarificación de lo que debe de ser una Escuela Pública es un ataque a unas determinadas creencias. De integrismos está el mundo sobrado,