Es necesario reconocer como injusta y brutal la expulsión de una parte de la población de aquello que comenzaba a llamarse España. Y que aquello fué una gran tragedia y, digámoslo bien: una limpieza étnica en toda regla. Es necesario conocer la verdadera historia, aunque sea 400 años despues de los hechos ocurridos. Hablo de los últimos Moriscos-Andalusíes, ese "enemigo inventado" como han llamado algunos, expulsados un 9 de abril de 1609: Nada menos que 300.000 personas. En algunos reinos como Aragón o Valencia supuso en torno al 25 % de la población total. Y en algunos pueblos andaluces rozó el 50 % de la población (en Priego de Córdoba exactamente 1768 expulsados).
Todo esto necesario tambien contarlo en las escuelas, en los institutos, en las universidades y, aunque sea con carácter simbólico, equiparar a los descendientes de aquellos expulsados con aquellos otros que tambien lo fueron antes: los Sefardíes. Unos y otros eran españoles, paisanos nuestros al fin y al cabo, que sufrieron como nadie la intolerancia de aquellos tiempos convulsos.
Muchos hoy llevamos en nuestros apellidos aún la marca de nuestro común orígen pues previamente todos los musulmanes convertidos al cristianismo antes de la conquista de Granada pasaron a ser considerados jurídicamente ya como "cristianos viejos" según disposiciónes de los años 1526 y 1585. El caso es que hoy, muchos de sus descendientes, se muestran aún orgullosos de serlo y también conservan sus apellidos, genealogías y costumbres en pueblos del norte de Africa.
Es hora de un reencuentro histórico y hora es ya de cerrar heridas...
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